Admiró siempre el libre albedrío, en un clima de paz y de justicia. Convencida de su fe, se opuso a las fuerzas del mal, defendió con pasón a los débiles, los perseguidos, los tránsfugos, Durante la última contienda tomó partido por los aliados, ya que sus ideales le hacian repudiar todo vasallaje.
En sus memories recuerda que en su infancia visitaba con frecuencia a los parientes daneses de su madre; durante esos viajes conoció a los pequeños escolares de la Jutlandia del sur: ellos le relataron como sus maestros les obligaban a recitar loas a los prusianos y la aversión a su propia raza. En sus gestos, Sigrida adivinó el odio y la aversión; dedujo que resulta imposible para otros educar a los alemanes: son ellos mismos los que deben hacerlo, y comprender que la guerra es un mal negocio.
Siendo empleada en un negocio de la ciudad de Oslo, publicó sus primeros trabajos literarios en 1907. Entró en el mundo de las letras con el afamado romance autobiográfico "Marta Ulie". Unos meses despues le siguió "La edad feliz". Estaba en la senda de la interpretación del alma femenina, la veta más pura y fecunda de su producción.
"Jenny" (1911); "Pobres seres" (1912); "La primavera" (1914); "El resplandor del espejo encantado" (1917): "Las vírgenes prudentes" (1918); "Nubes de primavera" (1921) jalonaron sus primeras experiencias de novelista. Después sobrevino la segunda época, aquella en que su intelecto la llevó a campear como escritora pundonorosa y fructífera: además del mencionado Premio Nobel "Kristin Lavransdatter", magistral aderezo de su espíritu selecto y equilibrado, había publicado ya algunos trabajos muy celebrados, como "La leyenda del rey Arturo y Los Caballeros de la Tabla Redonda" (1915), y "La leyenda de San Halvart" (1920).