El canal de Corinto

   El golfo de Atenas y el de Corinto, en Grecia, solo están separados por un angosto istmo rocoso. De no existir el canal de Corinto, perforado en la roca, seria preciso contornear todo el Peloponeso para ir de un golfo a otro.
   Para ir del golfo de Atenas al de Corinto, y para evitar el largo periplo (mas de 200 kilómetros) alrededor de la pepenínsula del Peloponeso, los griegos preferían sacar sus barcos del mar y empujarlos sobre raíles de madera, a lo largo de los 6300 metros que separan los dos golfos. De 1883 a 1893 se abrió en la roca un canal estrecho y rectilíneo.
   Une el mar Egeo con el mar Jónico. Tiene solo 25 metros de ancho; por ello, los grandes buques no pueden surcarlo. Los navíos de tamaño medio lo franquean, arrastrados por un remolcador. A veces las bordas del barco pasan solo a algunos centímetros de distancia de las paredes verticales del canal.

Bartolomé Mitre

   Bartolomé Mitre (1821-1906) fue un estadista, militar, periodista e historiador argentino. Educado por su padre, siguió a este con su familia al radicarse en el Uruguay, a cuya escuela militar se incorporó en 1836. Dos años después era alférez de artillería y pronto se inició en la lucha contra la tiranía de Rosas. Emigró a Bolivia en 1847, y después a Chile, donde se reveló como agudo periodista. Integra luego el ejército de Urquiza y tuvo activa participación en la Batalla de Caseros, que puso término a la tiranía rosista.
   Sus divergencias con Urquiza lo hicieron figura preponderante del estado de Buenos Aires durante los nueve años que estuvo separado de la Confederación, y su victoria en Pavón lo hizo el héroe de la unificatcion nacional y presidente de la república en 1862.
   En 1870 fundó el diario La Nación, del que fue director durante 30 años. También fue eminente historiador.

Midas, el rey del toque de oro

   El rey frigio Midas, según una leyenda de los griegos, en cierta ocasión le hizo un favor a Baco (Dioniso), dios del vino. Agradecido este, ofreció al rey otorgarle cualquier deseo que expresara, y Midas le pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Su deseo le fue satisfecho, pero pronto llegó a ser una maldición. En sus manos el pan se le trocaba en oro, el vino en oro fundido al tocarlo con sus labios, y aun su cuerpo se volvía de oro al írselo palpando. Finalmente Midas imploró a Baco que lo liberara y el dios le dijo que se bañara en el Río Pactolo. Al hacerlo el rey perdió su mágico toque, aunque las arenas del río fueron desde entonces de oro.
   Tiempo después Midas actuó como juez en un torneo musical entre Apolo y Pan. Por haberle otorgado la victoria a Pan, Apolo trocó las orejas del rey en orejas de burro. Midas las ocultaba bajo un turbante de manera que el secreto solo lo sabía su barbero, pero este, incapaz de guardarlo, hizo un hoyo en el suelo y allí murmuró lo que había visto. Al punto brotó un grupo de cañas en el agujero, y cuantas veces la brisa sopla por entre las cañas susurra la historia de las orejas de Midas.