¿Cómo percibimos los olores?

   El mecanismo por medio del cual percibimos los olores, esquemáticamente es muy simple. Transportadas por el aire las sustancias olorosas, por medio del aire inspirado, Llegan a estimular las células olfativas, las cuales transmiten el estímulo a los centres cerebrales, donde las sensaciones se transforman en conscientes. Pero si deseamos adentrarnos en lo íntimo del mecanismo, las cosas se complican. Todavía hoy no se conoce exactamente como advertimos los olores. Sabemos que el olfato, como el gusto, es un sentido químico. Por eso es necesario, para distinguir un olor, que las moléculas que llegan a la mucosa olfatoria sean volátiles, esto es, que puedan desprenderse del cuerpo que las contiene. Los elementos no volátiles, como por ejemplo los metales pesados (plata, oro, platino, etc.), son inodoros.

¿Dónde se encuentra el órgano del olfato?

   El órgano del olfato se encuentra en el interior de la nariz, en la parte mas alta de las fosas nasales. La nariz, mediante el tabique nasal, se encuentra dividida en dos cavidades bastante amplias y complicadas. Por un lado, comunican con el exterior mediante los orificios de las fosas nasales o narinas; por otro lado, el interno, comunican con la zona alta de la faringe, por medio de dos orificios llamados coanas (del griego "choane", embudo, cavidad). Cada una de las cavidades nasales se halla dividida en dos: una anterior, que se denomina vestíbulo y está revestida por dentro por tejido semejante a la piel; la otra, posterior, es la cavidad nasal propiamente dicha o fosa nasal y se halla revestida por mucosa. Esta mucosa recibe el nombre de pituitaria y su parte mas alta, llamada mucosa olfativa, es la sede del órgano del olfato. Allí residen, efectivamente, los receptores olfativos.

¿Podemos utilizar el olfato para rastrear?

EL gran naturalista y geógrafo alemán Alejandro de Humbold, en el curso de un viaje de exploración que efectuó por América del Sur desde el ano 1799 al 1804, pudo observar como los indios del Perú seguían ciertos rastros, sirviéndose sobre todo del olfato. Este hecho sorprendente pertenece, podemos decir, al pasado; en efecto, en el hombre civilizado, el sentido del olfato se ha debilitado y es hoy menos útil que otros sentidos, como la vista o el oído. Esto ha sucedido con la evolución de la especie; en otros tiempos, el olfato era indispensable para el hombre, pero hoy este se vale de medios de relación más completos y perfeccionados, más adaptados a sus necesidades actuales. Se puede decir que casi no utiliza el olfato.