Trovadores y juglares

EL ALMA POPULAR Y SUS CANTORES
No se sabe desde qué remotos tiempos tuvo el hombre necesidad de la poe­sía. Probablemente, desde el mismo momento en que su ingenió y laboriosidad lo libraron de la brega ininterrumpida por la subsistencia, y por vez primera, abrigado en su cueva y con la carne suficiente para varios días, pudo dedicarse a soñar. Entonces, re­unida placenteramente toda la familia, se contaría una interesante aventura de caza, la primera canción de gesta.
   Ya organizada la sociedad, surgieron los prime­ros narradores profesionales, charlatanes, acróbatas y músicos, que se establecían en las cortes y palacios de los señores o emprendían una vida nómada en busca de un público variado; éste les premiaba sus divertidas exhibiciones con dádivas, regalos o simple hospitalidad.
   En el comienzo de la Edad Media, se empleaban los términos clásicos de histrión o mimo para deno­minar a los que ejercían esta profesión, casi siem­pre de un modo tosco y grosero, lo que les valió ser tachados por los autores eclesiásticos del tiempo de indecorosos. Del teatro romano, así como de los can­tores bárbaros que viajaban narrando sucesos his­tóricos, y de los cultivados árabes, habían, sin duda, heredado sus habilidades estos primeros bufos, que a lo largo de todo el siglo VII, empiezan a ser llama­dos en la Europa central ioculares.

¿Cómo oímos?


   Los sonidos que captamos están hechos de vibraciones en el aire, llamadas ondas sonoras. Los tonos bajos son causados por vibraciones lentas y los altos, por vibraciones rápidas. El pabellón auditivo garantiza que las vibraciones entren al oído, donde recorren el conducto auditivo hasta llegar al tímpano, que es una fina y delgada membrana semejante a la piel de un tambor. Cuando las ondas sonoras la golpean, vibra.
   Las vibraciones son trasmitidas a una cadena de tres huesecillos ubicados en el oído medio. Debido a su forma se llaman respectivamente yunque, martillo y estribo.
   De allí, las vibraciones llegan al caracol, en el oído interno. Éste es un tubo enrollado, en forma de espiral, lleno de líquido. Células especiales, llamadas acústicas, convierten las vibraciones en señales nerviosas eléctricas que son enviadas al cerebro a través del nervio auditivo. El cerebro procesa estás señales y las convierte en los sonidos que escuchamos.

LOS PALAFITOS (viviendas lacustres)


DESCUBRIMIENTO DE PALAFITOS EN EL LAGO ZURICH

EN el año 1854, a causa de una sequía excepcional, el nivel de las aguas del lago de Zurich descendió extraordinaria­mente. El fenómeno ofreció una buena oportunidad a los industriosos habitantes del pueblo ribereño de Mellen, para exten­der sus tierras a expensas del lago. Y así fue como se dispusieron a construir un ancho dique cerca del límite al que habían retro­cedido las aguas. Durante los trabajos de excavación los obreros encontraron un lecho de arcilla negruzca, dentro del cual se ha­llaban numerosos pilotes sólidamente plantados. Junto a éstos descubrieron una cantidad de objetos y herramientas de hueso y sílice, recipientes de barro hechos a mano, restos de hornos, piedras y muchos utensilios de uso doméstico.
Por primera vez se había descubierto una gran aldea lacustre, es decir, construida por encima de la superficie de las aguas de un lago. Los objetos caseros que los trabajadores extrajeron del fango habían sido usados por última vez hacía unos 6.000 a 8.000 años, según la estimación de los arqueólogos.
Desde entonces fueron halladas y exploradas, en toda Europa, numerosas aldeas lacustres perfectamente conservadas dentro de gruesas capas de turba, de tierra, y.. . de agua.