Si es un aficionado, el espeleólogo explora por curiosidad las cavidades naturales de nuestro suelo. Si es profesional, las estudia científicamente para la industria, la ciencia o el turismo.
El espeleólogo corre enormes riesgos para ir más lejos o más profundo en sus exploraciones: se desliza por estrechos pasillos en laberintos de pozos y cuevas, navega a la ventura por lagos y ríos subterráneos y se hunde a ciegas en misteriosas simas. El espeleólogo descubre por azar cavernas prehistóricas, animales ciegos o plantas sin clorofila. Tras el van los técnicos, equipados con moderno material, que exploran metódicamente, elaboran mapas, realizan investigaciones históricas, geológicas o biológicas, estudian las condiciones de vida y la red hidrográfica, y a veces acondicionan los sitios más destacados para hacerlos accesibles al público.