En América central, al norte de Haití y en el mar de las Antillas, se halla situada una rara isla que presenta el aspecto de un enorme caparazón flotante. Sus descubridores la denominaron "isla de la Tortuga" y fue, durante todo el siglo XVII, un refugio de piratas.
Unas costas elevadas y abruptas ponen la isla de la Tortuga al amparo de toda sorpresa. El acceso es posible únicamente por un camino fácil de defender. Así se convirtió para bucaneros y filibusteros en un fuerte natural inexpugnable. Los filibusteros, marineros piratas, atacaban a las embarcaciones solitarias de cualquier nacionalidad que fueran, y se apropiaban de su cargamento. Los bucaneros, tras haber colonizado Haití y algunas otras islas, se dedicaron a la caza de bueyes salvajes, cuya carne, ahumada, conservaban en los secaderos. Expulsados por los españoles, se refugiaron en la isla de la Tortuga y cambiaron la caza de bueyes por la de veleros, al igual que los filibusteros.