El olfatear nos facilita oler los aromas. Por lo general, al respirar con suavidad por la nariz, el aire pasa directamente hacia la garganta, y muy poco de este aire se dirige hacia las células receptoras situadas en el "techo" de la cavidad nasal. Sin embargo, cuando olfateamos profunda y largamente, podemos dirigir la corriente de aire hacia el sensible órgano del olfato.