Los edificios modernos son verdaderos palacios de cristal. La limpieza de sus anchas lunas es efectuada por el ama de casa en su parte interior, pero exige especialistas para la parte externa.
El oficio de limpiacristales es moderno y lucrativo. El aprendizaje es rápido, tanto por lo que respecta al conocimiento de los ingredientes como por lo referente a la técnica del movimiento de la mano. Se puede ser empleado de una gran empresa del ramo o, con un poco de iniciativa, montar un negocio propio. Los menos audaces se limitan a la limpieza de las vitrinas de los almacenes y tiendas. Los más temerarios limpian los cristales de los rascacielos, percibiendo una prima por el riesgo. Sentados en un pequeño andamio y asegurados con un cinturón, los limpiacristales están suspendidos en el vacío por un delgado cable de acero. Este trabajo suele interrumpirse cuando las condiciones atmosféricas lo hacen peligroso.