En 1875, el norteamericano Philo Remington, inspirándose en el typewriter inventado por el tipógrafo Latham Sholes, emprendió la fabricación en gran escala de los teclados mecánicos que, más tarde, tabletearían en todas las oficinas del mundo. Posteriormente se fabricarían máquinas de escribir eléctricas que no requerían esfuerzo para comunicar a las teclas el impulso suficiente.
Determinadas máquinas disponían de una bola de impresión con diversos tipos de caracteres, o con de pulsación automática, capaces de reproducir un texto en tantos originales como se deseara, o de mecanografiar automáticamente textos registrados en banda magnética.