Esta placa de vidrio, plana o curvada, colocada en la parte delantera de un automóvil, de un avión o de una motocicleta, y destinada a preservar del viento producido en la carrera, debe ofrecer al conductor un campo visual lo más amplio posible. Una derivación de aire caliente evita, en tiempo frío, la formación de escarcha. Un chorro de agua puede regarlo para que el limpiaparabrisas actúe más eficazmente sobre el barro que pueda haberlo salpicado. El parabrisas, como los demás cristales del automóvil, está fabricado con vidrio de seguridad que, cuando sufre un golpe, sólo se rompe en pequeños fragmentos no cortantes.
Este último punto es de tanta importancia para la seguridad de los pasajeros -¡cuántas atroces heridas fueron causadas antaño en los accidentes por las terribles cuchillas de cristal!-, que la invención del primer cristal de seguridad merece ser recordada. Un día de 1910, el químico francés Bénédictus dejó caer en su laboratorio un frasco vacío, que recogió aparentemente intacto. Se había roto, pero los trozos permanecían unidos por la película de celulosa que había dejado en el frasco una solución cuyo disolvente se había evaporado. El químico tuvo entonces la idea de armar el vidrio mediante una película de este tipo. Así nacieron los vidrios sandwich, compuestos de dos láminas de vidrio unidas por una película de plástico.