Las grutas neozelandesas de Waitomo poseen una insólita iluminación natural. Sus bóvedas, tapizadas de infinidad de puntitos luminosos, proporcionan la suficiente claridad para permitir el desplazamiento de los visitantes. Un cielo constelado de estrellas parece alumbrar las galerías y lagos subterráneos. La luz procede de infinidad de pequeños insectos fijados en las paredes. Inmóviles, utilizan el reclamo de su luz para atraer a las presas de que se nutren. Nada más sugestivo que escuchar bajo las enormes bóvedas de la gran gruta, en la noche estrellada por esa especie de luciérnagas, los conciertos sinfónicos que allí se dan.
Interior de las cuevas de Waitomo
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