El rey frigio Midas, según una leyenda de los griegos, en cierta ocasión le hizo un favor a Baco (Dioniso), dios del vino. Agradecido éste, ofreció al rey otorgarle cualquier deseo que expresara, y Midas le pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Su deseo le fue satisfecho, pero pronto llegó a ser una maldición. En sus manos el pan se le trocaba en oro, el vino en oro fundido al tocarlo con sus labios, y aun su cuerpo se volvía de oro al írselo palpando. Finalmente Midas imploró a Baco que lo liberara y el dios le dijo que se bañara en el Río Pactolo. Al hacerlo el rey perdió su mágico toque, aunque las arenas del río fueron desde entonces de oro.
Tiempo después Midas actuó como juez en un torneo musical entre Apolo y Pan. Por haberle otorgado la victoria a Pan, Apolo trocó las orejas del rey en orejas de burro. Midas las ocultaba bajo un turbante de manera que el secreto sólo lo sabía su barbero, pero éste, incapaz de guardarlo, hizo un hoyo en el suelo y allí murmuró lo que había visto. Al punto brotó un grupo de cañas en el agujero, y cuantas veces la brisa sopla por entre las cañas susurra la historia de las orejas de Midas.