En un monumento dedicado en La Habana a la memoria del doctor Carlos J. Finlay (1833-1915), se lee esta inscripción: "Descubrió la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito, e hizo posible vencer tan temible plaga. El mundo considera a este científico cubano como un gran benefactor de la humanidad."
Desde el año 1872, el doctor Finlay buscaba las causas de la transmisión de la fiebre amarilla, y aunque al principio se fijó en factores meteorológicos, para 1879 había llevado sus investigaciones por otros caminos. En ese año, una comisión de médicos norteamericanos inició en Cuba estudios para combatir la fiebre amarilla, y los trabajos de Finlay sirvieron para llevar adelante la tarea.
En 1881, Finlay formuló su teoría de que el agente transmisor de la fiebre amarilla era el mosquito Aedes Aegypti, y en esta dirección se continuaron los experimentos, por el mismo Finlay y otros médicos como Reed, Gorgas y Lazear.
La idea inicial de Finlay sirvió de base para emprender los trabajos de prevención y de higiene que al fin libraron al mundo de una de sus más terribles plagas.