Cuando no sabemos contestar una pregunta, nos callamos; actuamos como si no tuviésemos lengua. Entonces se dice: «Se te comió la lengua el gato», indicando con esto que le ha pasado algo a la lengua.
Antes se decía: «Se le han comido la lengua los perros», adaptando una expresión procedente de la religión egipcia y griega. Su origen está relacionado con la esfinge, animal fabuloso con cabeza humana y cuerpo de león, considerado capaz de plantear problemas de gran dificultad o enigmas impenetrables.