El francés Blaise Pascal ha pasado con justicia a la historia como una lumbrera de la matemática, la física y la filosofía. Nacido en Clermont-Ferrand, pertenecía a una familia que durante generaciones había trabajado en la Administración. Pascal estudió Matemáticas y Ciencias y fue un alumno destacado por su precocidad. A los 17 años escribió una notable obra en la que demostraba uno de los más curiosos teoremas de la geometría sobre secciones cónicas. A partir de 1655, en que Pascal se convirtió al jansenismo (doctrina que debe su nombre al obispo holandés Cornelis Jansen y cuyo credo se aparta del protestantismo y, más aún, del catolicismo), se dedica a defender sus creencias jansenistas contra los ataques de los jesuitas, con obras llenas de sarcasmo. En la última época de su vida, Pascal se vuelve más moderado y publica escritos constructivos, como Apología de la religión cristiana. El matemático y filósofo francés muere en 1662, a los 39 años de edad.
La aportación de Pascal a las matemáticas es notable. Formuló y dio la solución a varios teoremas y, junto con Fermat, desarrolló los principios fundamentales del cálculo de probabilidades. En cuanto al campo de la física, Pascal contribuyó enormemente con sus investigaciones sobre hidrodinámica. Pero existe otra faceta de Pascal menos conocida, y es su personalidad como inventor. Efectivamente, Pascal ideó en 1642, es decir, cuando tenía 19 años, una maquinaria provista de ocho ruedas. De ellas, seis indicaban respectivamente las centenas de millar, decenas de millar, unidades de millar, centenas, decenas y unidades; las otras dos estaban destinadas a convertir estas cantidades a sueldos y dineros. El padre de Pascal era pagador real del ejército. Es de suponer que el hijo intentó facilitar las cuentas de su padre, el cual debía pagar todos los meses a los soldados. En aquella época, las monedas francesas eran: la libra, el sueldo y el dinero; la libra valía veinte sueldos y el sueldo valía veinte dineros. Las ruedas de la calculadora de Pascal constaban de engranajes de distintos tamaños, de modo que cada diez vueltas de la rueda de las unidades se movía una vez la de las decenas, cada diez vueltas de ésta se movía una vez la de las centenas y así sucesivamente. En una máquina aparentemente tan sencilla se inspirarían muchos años después no sólo las registradoras de los comercios y los cuentakilómetros de los automóviles, sino también los científicos que tuvieron que construir las primeras computadoras electrónicas, base de la automación de nuestros días.