Gracias a la linotipia, en lugar de alinear manualmente los caracteres tipográficos —operación muy entretenida, a pesar de la habilidad de prestidigitadores que tienen los tipógrafos-, basta con accionar un teclado parecido al de una máquina de escribir.
Cada vez que el linotipista pulsa una tecla hace caer una de las matrices contenidas en un almacén. Estas matrices son unos pequeños moldes de cobre que llevan grabados en hueco las letras y los diferentes signos tipográficos. Cuando se ha formado una línea completa, las matrices forman un molde en el cual se inyecta a presión una aleación en estado de fusión. Así se obtienen unas líneas en bloque dispuestas para la impresión.