Se tiende a considerar a George Stephenson como el inventor de la locomotora. En realidad no fue él quien construyó la primera, pues su paisano Richard Trevithick fue el auténtico precursor en ese campo, dado que en 1803 una locomotora ideada y construida por él fue empleada en el arrastre de mineral de hierro en las minas de Coalbrookdale y tres años más tarde otra locomotora construida por Trevithick arrastraba en otra factoría de Gales 10 toneladas de mineral y setenta personas a la velocidad de 6 km por hora a lo largo de 14 km. Sin embargo, Trevithick nunca pensó en el ferrocarril como un medio de transporte público. George Stephenson, por el contrario, sí que lo pensó, y ello es quizá la causa de que se hiciera más popular que Trevithick y se le atribuya la paternidad de la primera locomotora. A los dieciocho años, George Stephenson no sabía leer. Cuando tenía trece había dejado de cuidar vacas para entrar a trabajar en la mina en la que acababa de morir su padre. No había ido a la escuela y nadie había tenido tiempo para enseñarle a leer. Sin embargo, a los dieciocho años, con sus primeros ahorros se compró el libro que describía detalladamente la máquina de vapor de Watt. Tuvo que ahorrar más para pagar las clases nocturnas que le daba un viejo maestro y, así, pronto pudo leer el libro de Watt. Las máquinas eran la pasión de Stephenson. Y a su reconocida capacidad para, entenderlas y repararlas se fue sumando su voluntad de construirlas algún día. Stephenson se casó a los veintiún años, pero al nacer su primer hijo, un año después, su mujer murió. Stephenson tuvo que hacer de padre y madre del pequeño Robert mientras en sus escasas horas libres estudiaba y hacía cálculos y bocetos. Cuando el chico pudo ir a la escuela y traer libros a casa, padre e hijo estudiaron juntos. En pocos años la tenacidad de George Stephenson dio sus frutos: fue nombrado ingeniero constructor de la mina de Killingworth.
Y sería en aquella mina donde, el 25 de julio de 1814, la primera locomotora de Stephenson, un modelo más perfeccionado y potente que el de Trevithick, arrastró cuarenta toneladas superando una suave pendiente a la velocidad de 6 km/hora. A partir de entonces, el protagonismo de George Stephenson en la naciente historia del ferrocarril será total: funda la primera fábrica de locomotoras del mundo, persuade de la utilidad de la locomotora sobre la tracción animal y se le encarga la construcción del primer ferrocarril, destinado al transporte de mineral y de viajeros, entre Stockton y Darlington, que queda inaugurado en 1825. El tren iba arrastrado por la Locomotion, la primera de las locomotoras famosas de Stephenson. Y cuando el Parlamento inglés, a pesar de las campañas que afirmaban que el paso del ferrocarril asustaría a las vacas y éstas no darían más leche, y que el humo de las locomotoras mataría a los pájaros, vota la construcción del primer ferrocarril público, el Liverpool-Manchester, otra locomotora de Stephenson, la Rocket (Cohete), gana el concurso convocado. No era para menos; la Rocket, que presentaba notables mejoras técnicas, llegaba a alcanzar 48 km/hora. Así, el año 1829, el primer tren público de viajeros de la historia se puso en movimiento. Tiraba de él una locomotora de Stephenson y circulaba por la línea férrea construida por él mismo. Y, para mayor gloria del apellido, las dificultades más serias del trazado se habían salvado gracias a los puentes construidos por Robert Stephenson, su hijo y brillante ingeniero.