¿Cómo funcionan las balanzas?
La más simple es la balanza de cruz, basada en las propiedades de la palanca. Está constituida por una barra metálica rígida, el astil, suspendido equilibradamente de un soporte y en cada uno de cuyos extremos pende un platillo. Estos platillos se encuentran normalmente en equilibrio. Si se coloca sobre uno de ellos un objeto pesado cualquiera, se rompe el equilibrio. Para volverlo a establecer, hay que colocar sobre el otro platillo unas pesas determinadas. Cuando el astil vuelve a adquirir su posición horizontal, las pesas representan el peso del objeto. Una balanza está equilibrada cuando el astil permanece horizontal con los platillos vacíos o cargados con pesos iguales. Una balanza es fiel si vuelve siempre a su posición de equilibrio cuando los mismos pesos son colocados sobre los mismos platillos. Se dice que una balanza es sensible a una sobrecarga determinada cuando, estando el astil en equilibrio, basta colocar esta sobrecarga en unos de los platillos para que se produzca oscilación. Una balanza sensible a 1 mg, por ejemplo, es capaz de dar el peso de un cuerpo con un miligramo de aproximación. La balanza de precisión se halla protegida en el interior de una urna. Su astil está provisto de tres cuchillas de acero en forma de prismas triangulares. La cuchilla central reposa, por su arista inferior, sobre un plano horizontal, muy duro (acero o ágata). Las otras dos cuchillas, colocadas simétricamente en las extremidades del astil, con la. arista viva hacia lo alto, soportan el gancho de suspensión de los platillos. Una larga aguja, solidaria del astil, permite apreciar sus mínimos desplazamientos. La sensibilidad de estas balanzas es tal que el manejo de las pesas muy pequeñas resulta delicado. Se utilizan entonces unos pequeños hilos metálicos en forma de V invertida. El astil lleva unos trazos equidistantes (diez, por ejemplo), en los cuales el cero coincide con la arista de la cuchilla central y el diez con la cuchilla que lleva el platillo. En estas condiciones, uno de estos hilos metálicos de 1 mg colocado en la división 1 produce el mismo efecto que un peso de una décima de mg colocado en el platillo. Las microbalanzas, de uso corriente en los laboratorios, permiten alcanzar la milésima parte de un mg, e incluso fracciones más pequeñas. La más sensible utiliza un dispositivo en el que intervienen las radiaciones emitidas por un radioelemento. Los mínimos desplazamientos del astil son señalados por un detector de radiaciones, que recibe menos radiaciones en cuanto el astil oscila. Las balanzas automáticas del comercio, que no requieren la manipulación de ninguna pesa, se basan en el principio de la romana, que es el de los pesacartas: el peso del platillo está equilibrado por un contrapeso que acciona una aguja. Esta se detiene, cuando el astil está en equilibrio, en el punto que corresponde al peso medido. El cuadrante lleva, además, unas cifras que indican el precio que hay que pagar en función del peso. Otras balanzas automáticas muy complejas, capaces de efectuar diversas funciones —anotación y totalización de los pesos, control, aceptación o recusación de los productos pesados— son utilizadas en la industria.