La costumbre de beber té


   El acto de beber el té ha sido objeto de una serie de antiguas reglas: "Así como el vino se presta para una bulliciosa y alegre re­unión, el té está hecho para ser saboreado en una apacible tertulia. Para apreciar las virtudes de esta exquisita bebida, es necesario paladearla en reducida compañía: el placer de paladearla con tranquilidad no debe perturbarse con el bullicio de numerosas personas. "Beber el té estando solo, es disfrutarlo apartado; beberla entre dos es placente­ro; entre tres o cuatro, delicioso, y entre cinco o seis, ya es ordina­rio, vulgar". Estas normas sobre el saboreo del té fueron escritas por un chino; merecen, por tanto, nuestra consideración, dado que el pueblo chino bebe té en mayor cantidad y desde hace mucho más tiempo que cualquier otro pueblo.
   En efecto, parece que el cultivo de esta planta se remonta, en Chi­na, al siglo IV después de Cristo. En Europa el té fue introducido en el siglo XVI, posiblemente, por viajeros portugueses; el uso de la bebida no comenzó a difundirse hasta el siglo siguiente, especial­mente en Holanda y Francia, y luego en Inglaterra, donde fue puesto de moda por Catalina de Braganza, esposa del rey Carlos II.