Está constituida por los tejidos leñosos que se desarrollan debajo de la corteza. En su composición figuran principalmente dos sustancias muy útiles: la celulosa y la lignina. Sabido es que en el crecimiento de los árboles las hojas y las raíces desempeñan una función importante. La clorofila, o sea la sustancia verde de las hojas absorbe y aprovecha la energía de los rayos del sol para elaborar almidón, azúcares y celulosa partiendo del carbono, hidrógeno y oxígeno. Estos tres elementos los obtiene el árbol en forma de anhídrido carbónico, tomado del aire, y de agua y minerales, tomados del suelo. Las féculas, azúcares y celulosa alimentan al árbol y le dan rigidez.
Como resultado de su propia actividad química, un árbol (con exclusión de su contenido en agua) tiene un 60 por ciento de celulosa y un 28 por ciento de lignina, que es una materia conglutinante. El 12 por ciento restante se compone de azúcares y sustancias extraentes.