En el desnate centrífugo, la leche es vertida de manera continua en un vaso cilindrico que gira rápidamente alrededor de su eje. La nata, más ligera, permanece en el centro, mientras que la leche desnatada, más pesada, es proyectada hacia las paredes del vaso, y las impurezas, todavía más pesadas, se acumulan en las paredes. La nata y la leche desnatada son expulsadas por la entrada continua de leche entera y recogidas en recipientes adecuados.
En los laboratorios de biología se utilizan ultracentrífugadoras muy rápidas (60 000 revoluciones por minuto es una velocidad corriente). Los líquidos son introducidos en unos tubos cerrados, que están dispuestos en forma de corona. Permiten la separación de componentes tan ingrávidos como los glóbulos rojos de la sangre, las moléculas proteicas, que están entre los principales constituyentes de la materia viva, e incluso las bacterias. Otro tipo de estas máquinas son las grandes centrifugadoras, que permiten crear en el laboratorio unas aceleraciones parecidas a las que soportan los ocupantes de los aviones rápidos o de los cohetes espaciales. La centrifugadora adquiere entonces la forma de un tiovivo —bastante diabólico...— formado por un brazo giratorio que lleva una barquilla en su extremidad. Unos motores arrastran este brazo a unas velocidades muy altas en un tiempo muy corto. Estoico, el sujeto toma asiento en un sillón orientable en cualquier dirección. Unos instrumentos registran los efectos que producen las fuertes aceleraciones en el individuo y permiten estudiar sus reflejos. Con estos aparatos se pueden precisar las características que deben tener los artefactos, en función del comportamiento humano, y probar el material y los equipos.
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