Leonardo Torres Quevedo (1852-1939)
Pocos de los que cruzan por encima del Niágara y contemplan el majestuoso espectáculo con que la Naturaleza regala sus ojos saben que el transbordador que les permite admirar tales maravillas se debe al ingenio del sabio español Leonardo Torres Quevedo, nacido en Santander, que dedicó su incansable actividad y su gran talento a una de las más sorprendentes ramas de la Mecánica, la Automática, a la que dio gran impulso desde su laboratorio de la ciudad de Madrid.
Leonardo Torres Quevedo fue un español ilustre que descolló en diversas ramas del saber, especialmente en Automática. Múltiples inventos se deben a su genio, entre ellos, el telekino, el transbordador que lleva su nombre, el maravilloso ajedrecista y una armadura funicular para dirigibles.
Hoy nadie se asombra de que una nave, un torpedo o un avión sean dirigidos desde tierra con precisión absoluta y sin que en la maniobra sea necesario el concurso de tripulación alguna. Pero a principios de siglo, esta hazaña era algo portentoso y sin precedentes. Aún se recuerda la sensación que produjeron los experimentos efectuados en la rada de Bilbao con el famoso telekino inventado por Leonardo Torres Quevedo, barquichuelo que pudo ser dirigido a distancia con toda seguridad, con una precisión absoluta de maniobra.
En los años que precedieron a la primera Guerra Mundial, Torres Quevedo ideó un modelo de globo dirigible de una estructura especial, en la que se aunaban las cualidades de los tipos rígidos y flexibles, dotados de un sistema especial, la armadura funicular, nombre con que fue designado por su autor. Estos dirigibles, conocidos con el nombre Astra-Torres, por el de la casa constructora unido al de su inventor, fueron adoptados por los ejércitos de Inglaterra y de Francia.
Entre los más portentosos inventos de Torres Quevedo, está su admirable máquina calculadora, capaz de resolver complicadas ecuaciones algebraicas, y sobre todo, su sorprendente máquina ajedrecista, que puede jugar al ajedrez con un competidor. De esta máquina maravillosa, su propio autor dice lo siguiente: "juega al ajedrez como si fuese una persona, respondiendo con absoluta precisión a todas las jugadas, y siempre da mate. Además, galantemente, avisa a su adversario las equivocaciones por medio de una luz, y a las tres equivocaciones o jugadas erróneas que aquél tenga, deja de jugar, como si lo considerase muy poca cosa para alternar con él. Este aparato no tiene ninguna finalidad práctica; pero viene a sustentar mi teoría de que es posible construir un autómata cuyos actos dependen todos de ciertas circunstancias más o menos numerosas, obedeciendo a reglas que se pueden imponer arbitrariamente en el momento de la construcción. Evidentemente, estas reglas deberán ser tales, que basten para determinar en cualquier momento, sin incertidumbre alguna, la conducta del autómata".
Torres Quevedo, en los últimos años de su vida, se esforzó en lograr que en España se construyesen aparatos científicos de precisión con destino a los laboratorios de investigación del país. En su esfuerzo, logró construir un microtomo para dar cortes finos a cerebros enteros, que fue utilizado por el gran histólogo Santiago Ramón y Cajal en sus importantísimos trabajos acerca de la constitución del sistema nervioso humano.
Entre los galardones logrados fuera de su país por el sabio español, no es el menos importante el título de doctor honoris causa que le otorgaron las universidades de Coimbra y París, así como los plácemes recibidos por la Academia de Ciencias de Francia, la cual afirmaba que la labor de Torres Quevedo en el campo de la Automática no había sido superada en su tiempo.
En España, Torres Quevedo ocupó un puesto en la Academia de Ciencias, de la que fue presidente efectivo, y más tarde, honorario; fue también miembro de la Academia de la Lengua y dirigió los laboratorios de Ensayos Aeronáuticos y el de Automática, creados especialmente por el Estado para que este hombre de ciencia pudiese efectuar sus estudios y experimentos.