Algunos patólogos e historiadores piensan que algunos pintores famosos fueron envenenados hasta cierto punto por las toxinas de sus pinturas.
No hace mucho tiempo, los artistas mezclaban sus propios pigmentos hechos de plomo, cadmio, mercurio y otros materiales nocivos y por lo que pudieron haber sufrido los efectos acumulativos al absorber estos pigmentos a través de la respiración, el tacto, y posiblemente ingerirlos por accidente.
Se ha sugerido que no es casualidad que la locura de Vincent van Gogh se hizo más notoria durante su período de dos años más prolíficos.
El caso de Francisco de Goya es quizás el más curioso. Algunos dicen que fue un artista cuyo envenenamiento por plomo en realidad ayudó a su carrera.
A la edad de 46 años, Goya fue un pintor de la corte, eminentemente competente pero descuidado de la peligrosidad de la materias primas que elegía para pintar.
Fue ese mismo año, 1792, que quedo gravemente enfermo con un coma, parálisis parcial, dificultades de visión y audición, mareos, paranoia y alucinaciones, todos los síntomas de envenenamiento por plomo.
Goya fue un candidato particularmente bueno para sufrir de envenenamiento, ya que molía y mezclaba sus propios pigmentos, cubría la tela con una primera capa de blanco de plomo, y pintaba de una manera rápida y furiosamente desordenada con cepillos, espátulas, trapos, esponjas y las propias manos, salpicándose continuamente a sí mismo con sus blancos de plomo, amarillos de cadmio y rojos de mercurio.
Se recuperó, pero en los próximos 36 años sufrió al menos cinco episodios de la misteriosa enfermedad. Esto le impidía pintar por un tiempo, pero le permitía a su cuerpo bajar los niveles de toxicidad.
La parte realmente interesante es el efecto que esto tuvo en su arte.
Su trabajo pronto pasó de dulce y sentimental a extraño y grotesco, de pacíficas escenas campestres a infernales pesadillas, y de pequeñas viñetas inofensivas a sátiras devastadoras de los excesos de los nobles y de la Iglesia.
Sus representaciones francas de mutilaciones, castraciones, estrangulaciones, brujerías y demás actos extraños revolucionaron su trabajo e elevaron su reputación en la historia del arte.