En la mañana del 18 de mayo de 1980, el monte St. Helens era aún la quinta montaña más alta en el estado de Washington. Entonces estalló.
Se convirtió en un feroz volcán activo, y con la explosión desaparecieron casi 400 metros de su altura original. En la mañana, tenía unos 2.900 metros de alto, y antes de la medianoche de ese mismo día su altura ya sólo tenía unos 2.500 metros.
Una octava parte de toda la montaña había sido expulsada. Algunas rocas tenían el tamaño de un autobús. La erupción tuvo 500 veces la fuerza de la bomba atómica que cayó sobre Nagasaki, y pudo ser escuchada a 300 kilómetros de distancia.
Se produjo tanto calor que la parte superior de la montaña comenzó a hervir, y la nieve, barro y piedras que habían en ella se deslizaron por la montaña a 160 kilómetros por hora en una avalancha mortal.