El peor crimen en alta mar era un motín, y el castigo era por lo general la muerte. Pero los marineros no eran siempre obedientes a sus capitanes, y éstos utilizaban una gran variedad de sanciones para hacer cumplir su voluntad.
Trabajo adicional para el infractor o la flagelación eran comunes, y el número de azotes, era según la gravedad del delito. En casos extremos a un marinero se le bajaba por una cuerda por la proa del barco en movimiento.
Ya en el agua, el marinero era arrastrado bajo el barco, golpeándose y raspándose contra el casco incrustado de percebes. El desafortunado marinero era subido de nuevo a cubierta, posiblemente muy arrepentido, y regresaba a sus funciones.