Él era un comerciante viajero. Siempre había querido inventar algo, pero no sabía qué inventar.
Una vez se sentó en un escritorio y se fue por el alfabeto de la A a la Z tratando de averiguar lo que pudiera inventar y que la gente necesitara. No fue una ayuda. Todavía no sabía qué inventar.
Luego, se le ocurrió una mañana, mientras estaba de pie delante de un espejo con una antigua navaja de afeitar, de las que tenían que ser enviadas para ser afiladas. Lo que este país necesita, pensó, es una pequeña hoja de afeitar que se pueda utilizar hasta que pierda el filo y entonces desecharla.
Él la inventó y se hizo muy rico. Su nombre era King Camp Gillette, y la hoja de afeitar que inventó en 1903 se convirtió en el instrumentó de afeitar tan conocido por los varones de todo el mundo.
70 millones de hojas se vendieron en 1915. En 1918, cuando los EE.UU. entraron en la Primera Guerra Mundial, el gobierno proveyó a todos los soldados estadounidenses una navaja de afeitar fabricada por Gillette.