En 1853, un hombre llamado EG Otis inventó el primer ascensor lo suficientemente seguro para ser usado por personas. En un principio Otis no pudo encontrar a nadie que quisiera comprar la idea.
En 1853, los edificios de oficinas sólo tenían tres o cuatro pisos de altura, y todo el mundo tenía que subir y bajar escaleras. Algunos edificios tenían elevadores que eran utilizados para el transporte de mercancías, pero eran tan inseguros que cualquier mercancía valiosa era mejor subida a mano. Impedido de vender sus ascensores porque la gente tenía miedo de ellos, Otis decidió mostrar al mundo lo seguros que eran.
Llevó su invención a la Exposición del Palacio de Cristal en Nueva York en 1854. Allí hizo una exhibición de sus ascensores en una gran sala donde se podían subir y bajar a la vista de todos.
La gente vio como Otis subía a su elevador, cuando el ascensor estaba a una gran altura, se cortó la cuerda que lo sostenía. La multitud se quedó sin aliento, pues era una muerte casi segura. En su lugar, el Sr. Otis seguía en el ascensor, el cual no había caído, saludando a la gente.
Pronto, su pequeña empresa no podía hacer ascensores lo suficientemente rápido como para cubrir los pedidos. Quizás más que cualquier otro hombre, EG Otis hizo posible el rascacielos moderno.