Si alguna vez has tratado de matar una mosca con la mano o con un libro, probablemente hayas encontrado que el molesto insecto escapa antes de que le llegue el golpe.
Las moscas tienen pelos sensoriales sobre sus cuerpos, pelos que son capaces de sentir ligeros cambios en la presión del aire. Una mano en movimiento empuja el aire hacia abajo sobre la marcha, y los pelos del insecto recogen el cambio en la presión del aire y lo alertan para que despegue.
La efectividad de un matamoscas no se basa en su forma o su fuerza, sino en los agujeros en él. Cuando se mueve un matamoscas, el aire pasa a través de los agujeros, por lo que no hay suficiente aire que presione hacia abajo para alertar a la mosca.
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