La guerra de los mundos de H. G. Wells

(Fragmento) 

  Una noche, de madrugada, los hombres descubren en el firmamento una extraña luz:
   La contemplaron centenares de personas que la creyeron una estrella errante, Idéntica a las otras. En la descripción de Albin se había de un rastro grisáceo que dejaba el meteoro, y que resplandecía algunos segundos. Deming, nuestra autoridad más reputada en meteoritos, atestigua que la altura de su primera aparición fue de 140 a 160 kilómetros. Le pareció que había caído a unos 150 kilómetros al este.
   Pero ¿se trataba realmente de un meteoro? Al día siguiente, poco después de que amaneciera, un hombre se dirige hacia el lugar donde supone que ha caído el meteoro.
El hombre, con el animo suspenso, se acerca al enorme objeto, que tiene un diámetro de 25 a 30 metros.
   Permaneció de pie al borde del agujero, extrañándose del raro aspecto del cilindro, desconcertado sobre todo por la forma y el color, que no eran los de otros meteoritos y percibiendo vagamente, aun entonces, ciertos indicios de que pudiera ser intencionada esta caída. No recordaba haber oído cantar los pájaros aquella madrugada; no había brisa: los únicos ruidos que oía eran los débiles chasquidos de la masa cilíndrica. Estaba solo en la llanura...
   De pronto, estremeciéndose, el hombre advierte que la cima circular del cilindro gira lentamente. Comprende por fin que el cilindro es artificial —hueco— y que alguien, desde el interior, trata de destornillar la tapa... Pocas horas después, ante un horrorizado grupo de personas, se desvela el misterio...
   Una masa grisácea y redonda, del tamaño de un oso, se alzaba lenta y trabajosamente hacia fuera del cilindro. Cuando le dio la luz plena, brillaba como cuero humedecido. Dos colosales ojos oscuros me miraron con fijeza. La redonda masa tenia un rostro, si vale esta palabra. Había bajo los ojos una boca cuyos bordes sin labios, temblorosos y palpitantes, segregaban saliva. Suspiraba y latía el cuerpo convulsivamente... Un apéndice tentacular, delgado y blando, se asió del borde del cilindro y otro se balanceó en el aire.

   Wells, autor de La maquina del tiempo. La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos, novela a la que pertenecen los fragmentos que anteceden, está considerado como un precursor de la literatura de ciencia ficción.
   Herbert George Wells nació en Bromley, Kent (Inglaterra), en 1868. Estudió ciencias físicas y naturales antes de dedicarse a escribir. Falleció en 1946.