Los frenos del auto

Frenar es producir un rozamiento. El principio del frenado no ha cambiado desde los lejanos tiempos en que se aplicó por primera vez una zapata de madera contra las ruedas de un vehículo tirado por caballos para detener su rotación. Sin embargo, un automóvil no se detiene en plena carrera de la misma manera que un simón o una tartana.

Para frenar ya no se actúa sobre la llanta, sino en el interior de un tambor solidario de cada rueda, por medio de unos secto­res (llamados también mordazas, patines o zapatas) dispuestos simétricamente en cada una de las ruedas delanteras y tra­seras. Los sectores están forrados, como el disco del embrague, con un cuerpo de alto poder de fricción: el ferodo. Cuando el conductor aprieta el pedal de frenado, los frenos entran en acción por medio de unas varillas rígidas o de unos cables, y también por medio de una espe­cie de pequeña prensa hidráulica (frenos hidráulicos), y los sectores presionan fuertemente la pared interior del tambor. Una palanca de mano permite accionar los frenos para inmovilizar el automóvil parado.

Cuando un automóvil circula, posee una fuerza viva que es tanto mayor cuanto más pesado es el vehículo y mayor su veloci­dad. Unos buenos frenos deben permitir la detención en una distancia lo más corta posible. Es de notar que la distancia necesaria para la detención de un vehículo es, a velocidades iguales, la misma para un automóvil pesado que para otro ligero. En efecto: el mayor peso del primero, si bien aumenta su fuerza viva, aumenta también su adherencia al suelo y, por consiguiente, la eficacia del frenado. Con el fin de que la presión sobre el pedal no tenga que ser excesiva, se recurre a una desmultiplicación entre éste y el freno. Los tambores del freno son, pues, de gran diámetro: está previsto que el intenso desprendimiento de calor debido a la fric­ción pueda disiparse en el aire y no haya riesgo de que deteriore los forros de los segmentos.

El motor mismo actúa como freno cada vez que se suelta el pedal del acelerador, a condición de tener una marcha puesta. Esto es debido a que el motor, cuando es impulsado por el automóvil a causa de la fuerza viva del mismo, opone cierta resis­tencia, debida al rozamiento de las piezas en movimiento. Este efecto de frenado queda acentuado por la depresión reinan­te en los cilindros al estar el carburador cerrado. Esta depresión se opone al vaivén de los pistones y, por consiguiente, al mo­vimiento de rotación de las ruedas. En las pendientes de montaña, los auto­movilistas utilizan el frenado por medio del motor: sueltan el acelerador sin de­sembragar, después de haber puesto una marcha corta. La acción del motor como freno es tanto más enérgica cuanto menor es la marcha embragada. El freno de disco hace la competencia al freno de tambor. En los frenos de disco cerrado, el disco se aloja en un cárter solidario de la rueda. El frenado se obtiene por separación de los discos, cada uno de los cuales se aplica contra la cara interna correspondiente del cárter giratorio.