¿Quién se propuso renovar toda la ciencia médica en el Renacimiento?

   Hasta bien entrado el siglo XVI, la medicina antigua de Hipócrates y Galeno mantuvo toda su vigencia. Interpretada más o menos diversa­mente, la medicina de los clásicos llegó hasta el Renacimiento; sus ediciones circulaban por entre la clase médica humanista en abun­dancia. Fue entonces cuando, entre la incomprensión general, surge la figura de Paracelso, personaje que, como buen renacentista, además de la médica cultivaba a la vez otras varias ciencias: la teología, la filosofía, la astronomía y la alquimia. Pa­racelso, nacido cerca de Zurich en el año 1493, se propuso rehacer la ciencia médica sobre bases total­mente nuevas, rechazando la tradi­ción grecolatina y la herencia arábiga y medieval. Despreció el latín tradi­cional y quemó públicamente los libros de Galeno y Avicena, decla­rando que el primero estaba en el infierno y el segundo a las puertas del purgatorio. Sin embargo, respe­tó a Hipócrates.

   Según Paracelso, se tenían que reelaborar todos los conocimientos existentes acerca de la naturaleza y el ser humano, había que afrontar la enfermedad y su curación adoptando un nuevo método intelectual: la in­dagación personal reforzándola con la experiencia.

   Como Paracelso consideraba a la teología, a la astronomía y a la alqui­mia como los soportes en que se basaba la medicina, sus teorías re­flejaban una curiosa mezcla de tales saberes. Imaginaba al ser humano como un microcosmos que forma parte del mundo terrestre y divino al mismo tiempo. Creía que la naturaleza está animada por un principio vital inmanente que, ante la enfer­medad, el médico debe estimular en su actividad. Como todo el Universo, el hombre es un continuo proceso de formación de contrarios. Por confusas que fueran sus teorías, que suscitaron una repulsa casi uná­nime, Paracelso tuvo el acierto de ser el primero en afirmar que los pro­cesos de la vida son de naturaleza química. Su interés por la química le llevó también a mostrar que los cuatro elementos fundamentales de los antiguos (aire, fuego, tierra y agua) no eran identidades, sino que estaban compuestos de varias sus­tancias. Esta constatación contri­buiría a la ruina progresiva de teorías cuyas repercusiones sobre la medicina a lo largo de la historia habían servido para frenar su avan­ce e incluso habían tenido efectos regresivos.

   Paracelso tuvo asimismo la valentía de romper con los dogmas tradicio­nales para acercarse a la medicina con nuevos enfoques, punto de arranque de otras orientaciones mé­dicas que después resultarían perfectamente válidas.