¿Quién es uno de los pensa­dores del siglo XX que más han confiado en el hombre?

   En 1954, Herbert Marcuse, un fi­lósofo nacido en Berlín en 1898, pe­ro afincado en Estados Unidos des­de 1934, publicó una obra llama­da Eros y civilización, en la que, partiendo de una meditación de la obra de Freud, llegaba a conclu­siones optimistas respecto de las po­sibilidades que tiene el ser humano para alcanzar su plena realización. Freud había perdido toda esperanza respecto a la creación de una so­ciedad no represiva. El llamado Principio de realidad obligaba a una represión de los instintos en favor del trabajo y la productividad, que eran los factores que habían hecho posible la sociedad. El hombre esta­ba, pues, condenado a sostener perpetuamente esta lucha entre lo que le dictaban sus deseos y lo que suponían sus obligaciones, y tal conflicto no encontraría jamás una solución. Marcuse, sin embargo, desarrollaba en su libro la teoría de que la sociedad había llegado a un nivel de desarrollo técnico tal que permitiría reducir las represiones del principio de realidad a un mínimo, con lo cual gran parte de los instin­tos y los deseos del hombre podrían liberarse. Si tal cosa no ocurre, co­mo es evidente, ello se debe, según él, a que, junto a la represión nece­saria, existe una represión sobran­te, base de la sociedad autoritaria en la cual vivimos, que no tiene el menor interés en que la fuerza crea­dora de cada individuo pueda de­sarrollarse.

   Intelectualmente, el pensamiento de Marcuse recibe sus principales influencias de Hegel, Marx, Nietzsche y Heidegger, y en su evolución política pesaron acontecimien­tos como el triunfo del nazismo en Alemania, que le obligó a abandonar su país, y el totalitarismo en que de­sembocó la Revolución Soviética. Con todo esto, no es de extrañar que las críticas de Marcuse se diri­jan contra todo tipo de gobierno. En Estados Unidos, Marcuse ha si­do profesor en la Universidad de California y en la de Berkeley, de donde fue expulsado en 1969. Su obra ha tenido una gran influencia, sobre todo entre los jóvenes estu­diantes norteamericanos y alema­nes, y, aunque se le quiso hacer el principal inspirador de los sucesos parisinos de mayo del 68, lo cierto es que la mayor parte de sus libros aparecieron en Francia con poste­rioridad a tales acontecimientos, aunque, por otra parte, respondie­ran perfectamente al espíritu que los provocó. Hoy, después del boom de los años sesenta, Marcuse permanece un tanto olvidado. A pe­sar de ello su obra permanecerá, sin duda, como una de las más lúcidas de este siglo.