Las Mil y Una Noches

   Las Mil y Una Noches son una colección de narraciones fantásticas de orígenes diversos, princi­palmente orientales, que se entrelazan en tor­no a la siguiente anécdota: el rey Shahriar, al descubrir la infidelidad de su esposa, decide vengarse del sexo femenino y para este fin to­dos los días toma una nueva mujer, a la que mata al día siguiente a la noche de bodas. Shahrazada o Scheherazada, hija del visir de Shahriar, casa con el déspota y logra ir pospo­niendo su ejecución por el interés que suscita en el monarca la continuación de los cuentos que le va narrando noche tras noche. Final­mente, Shahriar decide abandonar su venganza y Shahrazada se convierte en progenitura de la dinastía.

   El diplomático francés Antonio Galland afir­mó haber encontrado en Siria el primer manus­crito de algunas de estas historias y lo tra­dujo y publicó a partir de 1704. Esta versión se conoce ahora como "Los cuentos de las mil y una noches, para niños".

   Inicialmente se supuso que la obra provenía de una sola mano, pero más tarde se descubrie­ron otros elementos en que quedó patente la pluralidad de autores.

   En 1823, un austríaco, el barón von Hammer Purgstall, tradujo otra versión, más comple­ta, encontrada en partes en El Cairo y Estam­bul. El año de 1825, Max Habicht inició la publicación europea del texto árabe.

   El siglo XIX vio todavía dos de las me­jores traducciones de la obra: la de sir Ri­chard Burton, publicada en 1885, y la de J. C. Mardrus, más completa que la de Burton, aun­que menos estimada por los entendidos, ya que contiene algunas historias de trasfondo egip­cio, como la historia de Alí Baba.

   Pronto se inició un feroz debate entre los eruditos acerca del origen de la obra. Los que apoyaban la teoría del origen hindú suponían que la obra había nacido de una colección de cuentos en sánscrito que se había perdido. Se difundió tal colección entre los persas y poste­riormente se tradujo al árabe en los días de Almanzor.

Por su parte, los que sostenían la tesis paleoirania señalaron la existencia de ciertos re­latos medievales que apuntan la probabilidad del origen persa y se refieren a la compilación llamada Hazar Afsana (Los mil cuentos). Su­pusieron que este libro es el modelo de las narraciones.

   Los arabistas, como Mardrus, Weill y Sil­vestre de Sacy, aseguran que los nombres ex­traños que figuran en las historias son sola­mente un recurso literario y que los relatos tienen un sustrato fundamentalmente árabe.
   En cambio, los partidarios del origen judai­co sostienen que la obra fue escrita por un judío arabizado y que hay evidentes bases pa­ra afirmarlo puesto que las afinidades con ciertos pasajes bíblicos (canto de Miriam, los libros de Ester y de Judit) son patentes.

   A la fecha ha quedado en claro que no se trata de tradiciones exclusivamente árabes, ni sánscritas, ni persas, y que tampoco se puede mantener la tesis judía, ya que hay historias que tienen otros orígenes. Por ejemplo, el epi­sodio de Alí Baba se basa en un relato egipcio que trata de la entrada del faraón Tutmosis III en una ciudad asiática. Los soldados del soberano egipcio iban escondidos en tinajas de aceite.

   También los viajes del célebre Simbad el ma­rino presentan grandes analogías con otra na­rración egipcia, la del Marinero náufrago. Burton, por su parte, supuso que la historia de los anacoretas y la de Yusuf y Suleika tu­vieron como modelo un papiro de la época de Ramsés III, en que se narra la historia de Los dos hermanos.

   En resumen, los eruditos están actualmente de acuerdo en que la colección reconoce dife­rentes orígenes y que estos elementos hetero­géneos fueron refundidos en un solo relato, es­crito en árabe, entre los siglos VII y XVI de nuestra era. Con ello queda también de mani­fiesto que la redacción definitiva de todo es­te material es obra de varias manos.

   Los estudiosos del siglo pasado quisieron en­contrar un denominador común que explicara la similitud de tramas de algunas historias provenientes de lugares muy distantes entre sí. Guillermo Grimm afirmó que se trataba de fragmentos de un elemento mítico común dise­minado entre los pueblos indogermánicos y Teodoro Benfey supuso que todos los cuentos venían de la India.

   En nuestros días, Mircea Eliade opina que la semejanza que hay entre ciertos cuentos pro­viene de que rememoran ciertos escenarios y circunstancias de tipo iniciático que son co­munes a gran parte de las sociedades primitivas.

Jung pensó que el cuento surge de la misma fuente que el mito y los sueños: el subcons­ciente colectivo e individual, venero de ener­gía que produce imágenes universales