Historia de la moneda

   La aparición de la mone­da se remonta a épocas muy primitivas, cuando las agrupaciones humanas seleccionaban el más abundante de los artículos que poseían para emplearlo como medio de cambio.
   La primera actividad económica del hombre fue la recolección de los frutos de la tie­rra. Más tarde se dedicó también a la caza, que le suministraba carne y pieles, es decir, alimento y abrigo. Las pieles sirvieron en­tonces de moneda, hasta que fueron remplaza­das por el ganado durante la etapa pastoril. La agricultura marca la tercera etapa de la economía, en la que el cambio se realiza por medio de los productos de la tierra. Poste­riormente, objetos de adorno y manufacturas diversas cumplieron también esa función. Los indígenas de América cambiaban su oro a los españoles por collares de vidrio y otras ba­ratijas.
   A medida que el hombre progresa y sus ne­cesidades aumentan, ni las pieles, ni los ga­nados, ni los productos agrícolas cumplen sa­tisfactoriamente las funciones de la moneda y, en consecuencia, se los remplaza por pie­zas de metal.


   La Moneda Metálica
   Esta tuvo al principio la forma de lingotes, hasta que en el siglo VIII a. de J.C. apare­ció en Lidia, pueblo del Asia Menor, la moneda acuñada en forma de discos.
   De los metales empleados para la acuñación de monedas: hierro, bronce, cobre, plata y oro, los dos últimos han tenido siempre la mejor aceptación. El oro es inoxidable, con­tiene mucho valor en poco peso y su desgaste es ínfimo. La plata tiene cualidades semejan­tes a las del oro.
   Los metales que se utilizan para hacer mo­nedas deben existir en el mercado sin abun­dar en demasía, ser durables, aptos para la acuñación y fáciles de trasportar.

   La Moneda de Papel
   El desarrollo de la industria y de las re­laciones comerciales, de una parte, y un más avanzado concepto de la moneda como signo de valor, explican la aparición de la moneda de papel. Este ofrece ciertas ventajas sobre la moneda metálica, difícil de guardar y tras­portar en grandes cantidades.
   En tres categorías se clasifica la moneda de papel:
   (1) Moneda representativa que emite el es­tado y, por delegación de éste, los bancos centrales. El billete representativo desaloja de la circulación a la moneda metálica de oro cuando se suspende la convertibilidad, es de­cir, el cambio del billete por oro amonedado. Dicha moneda tiene como respaldo la reser­va de oro del país. Su aceptación depende del poder liberatorio que el estado le confiera, es decir, del límite de obligatoriedad que se otorga a su recibo en transacciones comer­ciales y pagos de deudas y de impuestos. Hoy es el signo monetario que goza de mayor pres­tigio en el mundo porque facilita el movi­miento comercial y da a la moneda la máxima elasticidad.
   (2) Moneda fiduciaria que no tiene por sí misma un valor real y sólo representa un va­lor disponible en títulos. Su aceptación es condicional; depende de la confianza que ins­pira.
   (3) Papel moneda propiamente dicho, que emiten los gobiernos y los bancos autoriza­dos, sin respaldo de ninguna clase. Se dice que representa la riqueza pública, y por eso el estado lo impone.

   Función Económica de la Moneda
   La creación de la moneda es un atributo de la soberanía del estado; en el concepto mo­derno, las normas legales de emisión y acuña­ción de la moneda se califican "de orden pú­blico-económico".
   La moneda es un medio de cambio que las personas dan o aceptan en compensación de mercancías o de servicios; medida de valor que permite estipular en las transacciones y en los contratos el precio de las cosas y de los servicios; patrón de pagos diferidos por medio del cual se utiliza un capital ajeno con obliga­ción de rembolsarlo en un plazo determinado; y reserva de valor que puede guardarse o in­vertirse en bienes de producción, a fin de acrecentarla en el futuro.
   La moneda cumple una doble función social y económica porque como denominador de to­dos los valores, es decir, como instrumento de cambio, facilita las transacciones comerciales y simplifica la vida social.

   Características de una Buena Moneda
   Se entiende por buena moneda o por moneda sana la que mantiene un poder de compra esta­ble, tanto en el interior como en el exterior. Sin embargo, la experiencia demuestra que ningún signo monetario ha escapado a la ley de la depreciación. Diversos factores influ­yen en ese fenómeno económico, de inexorable cumplimiento: disminución del metal fino en la moneda metálica o de la ley en el billete representativo; aumento de los medios de pa­go en circulación; los déficits en los presu­puestos del estado; grandes emisiones de tí­tulos de deuda pública; las guerras y las re­voluciones y, finalmente, el aumento de la oferta de metales preciosos, como el oro y la plata.