¿Por qué son necesarios los abonos para las plantas?


   La planta toma del suelo agua y sales minerales. El agua es renovada constantemente por la lluvia, pero las sales minerales son transformadas e integradas a las sustancias orgá­nicas que constituyen el conjunto de la planta. En la naturaleza, cuando el hombre no interviene, la planta pier­de sus hojas, muere, permanece sobre el suelo y se pudre; las sustancias orgánicas que la componen son descompuestas por las bacterias más o menos rápidamente y una parte de las sus­tancias minerales que fueron absorbidas se restituye al suelo. De hecho, la totalidad de las sustancias se reintegran al suelo más o menos a largo plazo.

   Cuando el hombre interviene, toma mediante las cosechas cierta cantidad de productos que sirven para su alimento y en general se deshace de la paja y desechos de las legumbres. También se toma del suelo gran cantidad de materia mineral y de materia orgánica, que no se restituye inmediatamente. Es allí donde intervienen los abonos, que deben compensar las pérdidas causadas por las cosechas. En teoría, aportaciones y, pérdidas se compensan, pero la realidad del suelo es otra. Un suelo es un conjunto de arcilla, caliza y humus; habitado por cierto número de vegetales, bacterias, hongos, pequeños anima­les e insectos. Pero lo que es esencial para la planta, es la asociación de la arcilla y el humus, que forman agregados muy fi­nos, sobre los cuales vienen a fijarse los iones minerales, nece­sarios para la vida de la planta. Si un suelo no contiene humus (constituido por los desechos animales y vegetales parcialmente descompuestos), estos agregados no se forman y el suelo, aun­que mineralizado, es pobre para las plantas. Anteriormente, los agricultores esparcían estiércol o algas sobre sus campos; estas materias orgánicas se descomponían lenta­mente, restituyendo poco a poco los elementos minerales que la planta necesitaba, conservando además el complejo arcilla-humus. Desde hace algunas décadas, los abonos se han vuelto esencialmente minerales, pues son productos de síntesis, fáciles de producir; los abonos orgánicos, estiércol y algas cuestan mucho más, ya que no son producidos en cantidad suficiente. Resulta que los suelos de los países donde se lleva a cabo el cul­tivo intensivo, llegan a empobrecerse al disminuir su contenido de materia orgánica; a mediano plazo ya se presentan graves problemas en estos suelos, en lo que se refiere a la fertilidad.