Cuando el hombre interviene, toma mediante las cosechas cierta cantidad de productos que sirven para su alimento y en general se deshace de la paja y desechos de las legumbres. También se toma del suelo gran cantidad de materia mineral y de materia orgánica, que no se restituye inmediatamente. Es allí donde intervienen los abonos, que deben compensar las pérdidas causadas por las cosechas. En teoría, aportaciones y, pérdidas se compensan, pero la realidad del suelo es otra. Un suelo es un conjunto de arcilla, caliza y humus; habitado por cierto número de vegetales, bacterias, hongos, pequeños animales e insectos. Pero lo que es esencial para la planta, es la asociación de la arcilla y el humus, que forman agregados muy finos, sobre los cuales vienen a fijarse los iones minerales, necesarios para la vida de la planta. Si un suelo no contiene humus (constituido por los desechos animales y vegetales parcialmente descompuestos), estos agregados no se forman y el suelo, aunque mineralizado, es pobre para las plantas. Anteriormente, los agricultores esparcían estiércol o algas sobre sus campos; estas materias orgánicas se descomponían lentamente, restituyendo poco a poco los elementos minerales que la planta necesitaba, conservando además el complejo arcilla-humus. Desde hace algunas décadas, los abonos se han vuelto esencialmente minerales, pues son productos de síntesis, fáciles de producir; los abonos orgánicos, estiércol y algas cuestan mucho más, ya que no son producidos en cantidad suficiente. Resulta que los suelos de los países donde se lleva a cabo el cultivo intensivo, llegan a empobrecerse al disminuir su contenido de materia orgánica; a mediano plazo ya se presentan graves problemas en estos suelos, en lo que se refiere a la fertilidad.
¿Por qué son necesarios los abonos para las plantas?
Cuando el hombre interviene, toma mediante las cosechas cierta cantidad de productos que sirven para su alimento y en general se deshace de la paja y desechos de las legumbres. También se toma del suelo gran cantidad de materia mineral y de materia orgánica, que no se restituye inmediatamente. Es allí donde intervienen los abonos, que deben compensar las pérdidas causadas por las cosechas. En teoría, aportaciones y, pérdidas se compensan, pero la realidad del suelo es otra. Un suelo es un conjunto de arcilla, caliza y humus; habitado por cierto número de vegetales, bacterias, hongos, pequeños animales e insectos. Pero lo que es esencial para la planta, es la asociación de la arcilla y el humus, que forman agregados muy finos, sobre los cuales vienen a fijarse los iones minerales, necesarios para la vida de la planta. Si un suelo no contiene humus (constituido por los desechos animales y vegetales parcialmente descompuestos), estos agregados no se forman y el suelo, aunque mineralizado, es pobre para las plantas. Anteriormente, los agricultores esparcían estiércol o algas sobre sus campos; estas materias orgánicas se descomponían lentamente, restituyendo poco a poco los elementos minerales que la planta necesitaba, conservando además el complejo arcilla-humus. Desde hace algunas décadas, los abonos se han vuelto esencialmente minerales, pues son productos de síntesis, fáciles de producir; los abonos orgánicos, estiércol y algas cuestan mucho más, ya que no son producidos en cantidad suficiente. Resulta que los suelos de los países donde se lleva a cabo el cultivo intensivo, llegan a empobrecerse al disminuir su contenido de materia orgánica; a mediano plazo ya se presentan graves problemas en estos suelos, en lo que se refiere a la fertilidad.