La genética moderna

   Desde tiempos inmemoriales, el hom­bre ha reflexionado acerca de la heren­cia de los rasgos físicos o psicológicos. Advirtió fácilmente que, en general, los hijos se parecen a los padres, y que esto no sólo ocurre en el hombre, sino también en los demás organismos; ya los filósofos griegos de la antigüedad meditaban sobre estos hechos. Pero el desarrollo de la genética moderna no se inició hasta los comienzos del s. xx, época en que los científicos conocían ya numerosos detalles de la constitución de la célula. Antes, en el año 1860, tuvieron lugar los famosos experimentos del monje austríaco Gregor Mendel, que cruzó diversas plantas del jardín de su convento, y supo establecer algu­nas de las leyes más importantes de la genética. Sin embargo la importancia de la obra de Mendel no fue reconocida hasta que los resultados obtenidos por éste no se compararon con los que el norteamericano Thomas Morgan rea­lizó con la mosca de la fruta (Drosophila).
   La genética, es decir, la ciencia de la herencia, junto con la investigación de la biología celular, ha podido establecer que los genes, portadores de los ras­gos hereditarios, se encuentran en los cromosomas del núcleo celular. Inclu­so se ha demostrado que las cualidades dependientes de dichos genes se here­dan según ciertas leyes derivadas de las posibles combinaciones de los genes de las células sexuales. Hoy sabemos que la información sobre la herencia está almacenada, en una especie de "códi­go", en los ácidos nucleicos (DNA y RNA). La moderna genética dedica gran atención al estudio de estos ácidos. Se ha demostrado que, aunque sean muy estables, pueden ser transformados mediante ciertos productos químicos, rayos X, etc., de tal manera que, al transmitirse a las células descendientes, provocan en éstas la aparición de nue­vas cualidades. Estas modificaciones se llaman "mutaciones" y pueden surgir también de forma espontánea. En un moho del pan, Neurospora, de fácil cultivo, se ha logrado obtener, median­te irradiación, miles de mutaciones di­ferentes.
   La genética es de gran importancia para el desarrollo de otras ciencias. Sus re­sultados tienen aplicación en medicina, en agricultura y en zootecnia. Hoy la evolución se considera resultante de una serie de mutaciones que, poco a poco, conducen a la aparición de nue­vas formas, de las cuales las más adap­tadas a las exigencias del medio ambiente son favorecidas por la selección natural.