¿Quiénes eran las sibilas?


   Según una antigua tradición romana, una sibila o profetisa llegó a Roma, procedente del Este, y ofreció al rey Turquino nueve libros de pro­fecía, pero a un precio tan elevado, que el rey se negó a comprarlos. Entonces, la sibila destruyó tres de estos libros y ofreció los seis restantes al rey al mismo precio en que le había ofrecido los nueve. Otra vez se negó el rey a comprarlos y ella destruyó otros tres, después de lo cual, pidió como precio de los restantes la misma cantidad que en un principio. Entonces, la curiosidad y el temor indujeron a Tarquino a comprarlos. Se dice que contenían prudentes consejos sobre la religión y el gobierno de Roma, y se conservaron cuidadosamente en el templo de Jú­piter; fueron consultados siempre ante problemas de carácter nacional.
   Cuando el templo de Júpiter fue quemado el año 83 antes de C., se hizo una nueva colección de má­ximas y consejos de cerca de mil renglones, recogida de todas las ciudades de Grecia, Italia y Asia Me­nor, conservada hasta el año 404 ó 408 después de C., fecha en que los cristianos consiguieron que fuese quemada públicamente.
   Los autores griegos y romanos citan a varias si­bilas o profetisas, las cuales, según la leyenda, vivían hasta edades increíbles. En la Capilla Sixtina de Roma, se admira una famosa pintura mural de Mi­guel Ángel en la que aparecen cinco famosas si­bilas, que fueron en realidad mujeres sabias a las que los antiguos atribuían don profético: la de Cu­mas, la Deifica, la Eritrea, la Líbica y la Pérsica. Se las consideraba inspiradas por alguna divini­dad, especialmente Apolo, y vivían en cuevas aisla­das o junto a manantiales que consideraban fuentes de inspiración, a donde se acudía a consultarlas.