No lejos de Bagdad, en Irak, en el Asia Occidental, existió antiguamente la gran ciudad de Babilonia, capital construida en la ribera del Éufrates y embellecida por su rey Nabucodonosor.
Los jardines colgantes de Babilonia merecieron figurar entre las "maravillas del mundo". Se elevaban en bancales sucesivos, como una pirámide rectangular, que formaban cada uno de ellos una terraza, sostenida por pilares o arcos de piedra y ladrillos recubiertos de esmalte. En cada terraza había una espesa capa de tierra cuidadosamente fertilizada. Crecía allí una vegetación lujuriante y variada: árboles frutales, palmeras, arbustos con flores, plantas verdes o trepadoras, flores... En estos maravillosos jardines de la reina de Babilonia, el agua, que era llevada hasta el más alto de los bancales, se esparcía en cascadas sucesivas y mantenía un frescor propicio al desarrollo de las plantas.