Mientras que el intérprete es el especialista de la transcripción oral, el traductor tiene por misión transcribir fielmente un texto a otro idioma distinto de aquel en que esta escrito.
El editor de libros, el redactor jefe de un periódico, el director de una empresa, el científico y el diplomático tienen necesidad de que se les traduzca a su lengua textos literarios, informes, datos científicos y técnicos, etc. El traductor trabaja con su máquina de escribir y con ayuda de buenos diccionarios. A veces traduce literariamente, interpretando personalmente el texto. Sea como sea, no basta conocer un idioma: para ejercer este oficio hay que poseer una gran cultura general o técnica y un perfecto conocimiento no solo del idioma del que se traduce, sino también del propio, de manera que el trabajo parezca un original y no una traducción.