Entre la Gironda y el Adour, en las Landas de Gascuña, a lo largo de la costa atlántica francesa, creció en el siglo XIX, un denso pinar, que recubre un triángulo de 230 kilómetros de base por 100 de altura.
Hasta fines del siglo XVIII, la región de las Landas, en Gascuña, era una de las más pobres de Francia. Las dunas existentes a lo largo de 230 kilómetros de costa avanzaban hacia el interior formando olas paralelas transportadas por el viento. Se adentraban de 20 a 30 metros cada año; sepultaban la escasa vegetación herbácea y los caseríos y cegaban las corrientes de agua formando charcas y pantanos pestilentes. En invierno, los habitantes de las Landas utilizaban unos largos zancos para recorrer esas tierras fangosas. Posteriormente, fueron plantados en la región millones de pinos, que, al fijar las arenas y acelerar la evaporación de las aguas, han dado lugar a uno de los más bellos bosques de Francia.