Los antiguos chinos multiplicaron las divinidades y poblaron el mundo de genios, pero a dos de ellos los colocaron por encima de todos: a Chang-ti, dios del cielo y de lo alto, y a Heu-tu, dios del Sol y de la Tierra. En honor de Chang-ti, el emperador Yong-Lo mandó construir en 1420 el denominado templo del Cielo, restaurado por Kieng-Long en el siglo XVIII. En realidad, se trata de un altar escalonado en diversas terrazas, a cielo abierto, al cual acudían anualmente los emperadores, en el solsticio de invierno, para ofrecer sacrificios a Chang-ti y obtener de este modo la suficiente autoridad para su labor de gobierno (o mandato celeste) y merecer el título de "hijo del cielo".
El templo del Cielo
Los antiguos chinos multiplicaron las divinidades y poblaron el mundo de genios, pero a dos de ellos los colocaron por encima de todos: a Chang-ti, dios del cielo y de lo alto, y a Heu-tu, dios del Sol y de la Tierra. En honor de Chang-ti, el emperador Yong-Lo mandó construir en 1420 el denominado templo del Cielo, restaurado por Kieng-Long en el siglo XVIII. En realidad, se trata de un altar escalonado en diversas terrazas, a cielo abierto, al cual acudían anualmente los emperadores, en el solsticio de invierno, para ofrecer sacrificios a Chang-ti y obtener de este modo la suficiente autoridad para su labor de gobierno (o mandato celeste) y merecer el título de "hijo del cielo".