¿Quién hizo posible la moder­na industria del caucho?


   A principios del siglo XIX, el caucho apenas había pasado de ser una sim­ple curiosidad tropical para los euro­peos y norteamericanos. Se cono­cían algunas de sus cualidades naturales: servía para hacer bolas ca­paces de botar a gran altura y servía también para borrar los trazos del lápiz (por eso los ingleses lo llamaron rubber, que quiere decir borrador). Pero aún estaban lejos de imaginar para el caucho las aplicaciones in­dustriales que conocemos hoy. Para que eso sucediera tuvo que descubrirse primero el proceso quí­mico llamado vulcanización. Si el escocés Charles Mac Kintosh hubiera conocido la vulcanización, no hubiera tenido tantos problemas cuando se propuso en 1823 utilizar el caucho para algo práctico. Mac Kintosh revistió dos piezas de tela con caucho disuelto en benceno, prensó las dos partes engomadas y utilizó el material para la fabricación de impermeables. Pero no consiguió evitar que, a poco calor que hiciera, los impermeables se convirtieran en unas prendas pegajosas en las que la goma se derretía por entre las pie­zas del tejido. Como en otras apli­caciones a las que se destinó el cau­cho, éste se tornaba tan tieso en invierno como blando en verano.

A quien se debe el mérito de la vul­canización es al norteamericano Charles Goodyear, aunque hay quien dice que el mérito fue relativo y más bien producto de la casualidad. Esa casualidad habría consistido en que a Goodyear, mientras experi­mentaba con ambos materiales, se le cayó un trozo de caucho mezclado con azufre sobre una estufa encen­dida, lo que le permitió comprobar que el caucho adquiría tenacidad, mayor solidez y elasticidad, es decir, que se acentuaban sus característi­cas más positivas y desaparecían aquellas que, aislado, le provocaba el calor. Pero parece cierto que Goodyear, comerciante de profesión y aficionado a la química, conocía los experimentos de Thomas Han­cock, quien unos años antes había obtenido una muestra de ebonita al fundir una mezcla de azufre y caucho puro. Lo que Goodyear consiguió en 1839 fue una mezcla de ambos elementos pero mucho más elástica y resistente que la ebonita, al rebajar la proporción de azufre entre un 2,5 y un 10 por ciento en lugar del 40. El hallazgo resultó sensacional. La vulcanización hizo posible la moder­na industria del caucho; el descubri­miento llegaba, además, en plena Revolución Industrial, con lo que pronto adquirió un gran impulso la fabricación a base del nuevo trata­miento. Las lágrimas del árbol que llora, significado de cahu chu, nom­bre que los indios brasileños daban a la planta y que Occidente adoptó, habían hallado su utilidad industrial.