El que los animales presienten los terremotos es un hecho que se ha notado en muchos lugares. Cuando nada barruntan los hombres, los animales los señalan dando muestras de gran agitación y lanzan gritos agudos, desesperados. Se ha notado más sensibilidad en los gansos, ánades y aves de corral. Cuenta Dolomieu, que fue testigo presencial del terrible terremoto de Calabria, que los ladridos de los perros eran tan fuertes, que se mandó que los mataran. Los bueyes y los caballos, esparcidos por los campos mostraban la misma inquietud. Esto nos conduce a tratar del segundo punto: las relaciones de los cambios meteorológicos con los temblores de tierra. Ciertamente, antes del terremoto, el barómetro sufre variaciones bruscas y de índole especial, los aparatos eléctricos y magnéticos se perturban; en Andalucía, se observó tres cuartos de hora antes de la primera sacudida una declinación de la brújula de 25 grados al Este; los fenómenos eléctricos abundaron y fueron observados en varios lugares; el barómetro inició un fuerte descenso poco antes del terremoto; en Sevilla, diez y siete horas antes del sismo, experimentó el barómetro un descenso rápido de dos milímetros; en otras ciudades andaluzas, las depresiones barométricas fueron de importancia. Perturbaciones en la atmósfera se observan siempre; tempestades violentas, lluvias copiosas, nieblas, vientos huracanados, etc. Ningún sismólogo cree, sin embargo, que de estos fenómenos pueda obtenerse un dato que sirva para prever la proximidad de un terremoto.
Hubo un tiempo en que se creó, con el nombre de Meteorología Endógena, una rama de la Geología, por creerse que existía una relación entre estos fenómenos con los cambios atmosféricos. Este camino fue abandonado.