"Si un astronauta encendiera un fósforo en la Luna, posiblemente podríamos notarlo desde la Tierra gracias al selenio". Esta afirmación, hecha hace años por un hombre de ciencia, es tal vez una exageración, pero permite hacerse cargo de las sorprendentes cualidades de este elemento, relativamente raro, aislado por primera vez por el famoso químico sueco Berzelius en 1817, aunque su sensibilidad a la variación de intensidad luminosa no fue descubierta hasta un siglo más tarde.
En la obscuridad, es un mal conductor de la electricidad, pero si un débil rayo de luz lo alcanza, su conductibilidad aumenta instantáneamente en proporción directa a la intensidad de la luz. Una delgada película de selenio encerrada en una célula adecuada para eliminar toda influencia extraña, conectada en un circuito eléctrico con un galvanómetro, es un medio que sirve para medir la luminosidad de cualquier rayo de luz que pase a través de la ventana de la célula fotoeléctrica así formada. Permite, además, convertir las variaciones de luz en variaciones de corriente eléctrica, las cuales, a su vez, pueden ser transformadas en sonido por medio de métodos físicos.
Después de haber inventado el teléfono, Bell hizo experimentos con el fotófono, en el cual, la voz hacía vibrar un ligero rayo de luz sobre una célula de selenio colocada en el receptor. El optófono y el fonópticon son aparatos que utilizan las propiedades del selenio para ayudar a los ciegos a leer, ya que les permite oír, valga la frase, las variaciones de luz que producen las letras.
Se han empleado células de selenio para medir la intensidad de la luz del Sol, de la Luna y aun de los débiles rayos luminosos que nos llegan de estrellas lejanas; también se usan para regular las luces de señales del tráfico y para apagar por las mañanas y encender por las noches faros y luces en los puertos, así como para transmitir imágenes por medio del telégrafo y de la radio. En estos últimos años, la célula fotoeléctrica ha substituido al selenio en muchos de estos aparatos, porque reacciona más rápidamente a las variaciones de intensidad luminosa.
Las cualidades químicas del selenio se utilizan para corregir el color del vidrio. En pequeñas cantidades, le da un color rojizo, que compensa el verde originado por las impurezas de hierro. En grandes cantidades, produce un vidrio de color rojo, que se usa principalmente en las luces traseras de los automóviles. La mayor parte se obtiene como subproducto de la refinación del cobre. El símbolo del selenio es Se; su peso atómico, 78.96; el número atómico, 39; cristaliza en el sistema hexagonal.