Puesto que los niños pequeños se parecen, desde tiempos remotos se decidió identificar sus sexos usando diferentes colores. En la antigüedad se creía que espíritus malignos amenazaban el bienestar de los niños y que estos espíritus eran alérgicos a ciertos colores, especialmente el azul. Según el Dr. Brasch: «Se consideraba que la asociación del azul con el cielo, y el carácter divino que éste implicaba, transformaban a las fuerzas satánicas en impotentes y las alejaban. Aún en nuestros días, los árabes de Oriente Medio pintan las puertas de sus casas de azul para espantar a los demonios. Por lo tanto, el ponerle el color azul a un niño pequeño, no era sólo un adorno sino una precaución necesaria.» Por otro lado, como las niñas pequeñas eran consideradas inferiores, no se creyó necesario protegerlas con ningún color especial, pero, posteriormente, los padres tomaron conciencia de lo descuidados que habían sido con las niñas e introdujeron para ellas el color «rosa».