Un reciente estudio científico ha descubierto una explicación biológica al placer que se siente cuando se descubre algo nuevo. En el momento de aprender algo se producen unas reacciones bioquímicas en el cerebro que acaban originando una serie de sustancias similares al opio. Según el investigador Irving Biederman, esta sería la explicación por la que los estudiosos y científicos sienten la necesidad de continuar aprendiendo e investigando, hasta el punto de que puede llegar a convertirse en un adicto a esta actividad, casi como si se tratara de una droga.
«Intentar comprender algo complicado no es divertido, pero cuando se consigue uno se siente muy bien», dijo el investigador. La clave del mecanismo parece ser la mayor presencia de los denominados receptores «mu-opioides», sensibles a los opiácios naturales, en las zonas del cerebro relacionadas con el reconocimiento de imágenes.
Reconocer una nueva imagen, o aprender algo nuevo, activa esa zona, y se produce una mayor respuesta a los opiácios.
El impulso de aprender cosas nuevas está favorecido por la evolución, ya que hay una tendencia a escoger como pareja a quien nos parece más inteligente.