Las máquinas herramienta reducen el esfuerzo del hombre. Con ellas se labra el metal para dar la forma definitiva a las diversas piezas que, después de acopladas, constituirán unas máquinas más o menos complejas.
Dotadas de los útiles apropiados, estas máquinas cumplen toda suerte de funciones. Enderezan o doblan las chapas, las cizallan, las embuten, las perforan. Pueden fresar, taladrar, escariar, acepillar, limar y bruñir el metal. Se emplean también en la Industria de la madera, a la que estas máquinas cortan, escuadran, convierten en láminas delgadas y labran, pueden tallar espigas y mortajas, armar marcos, encolar tableros y enchapados, y rematar el acabado por lijado y pulido. Unos delicados palpadores dotan a la máquina herramienta moderna de sensibles dedos, que le permiten apreciar la forma de una pieza y desecharla si presenta algún defecto, e incluso reproducir exactamente en un bloque de material el modelo que se le confía. El automatismo, cada vez mas perfeccionado, alcanza su grado mas alto de refinamiento y de eficacia con las máquinas de transferencia. Se trata de unas máquinas herramienta constituidas por una serie, a veces muy larga, de unidades de trabajo que funcionan siguiendo un ciclo determinado. Una vez puestas en posición en la primera unidad. las piezas pasan sucesivamente por las otras unidades, donde son sometidas a las operaciones programadas, que se ejecutan automáticamente y en forma muy precisa. En la industria del automóvil se emplean máquinas de este tipo: para fabricar bloques de motor, principalmente; a la salida de ellas, los bloques quedan a punto para entrar en servicio.