El golfo de Atenas y el de Corinto, en Grecia, solo están separados por un angosto istmo rocoso. De no existir el canal de Corinto, perforado en la roca, seria preciso contornear todo el Peloponeso para ir de un golfo a otro.
Para ir del golfo de Atenas al de Corinto, y para evitar el largo periplo (mas de 200 kilómetros) alrededor de la pepenínsula del Peloponeso, los griegos preferían sacar sus barcos del mar y empujarlos sobre raíles de madera, a lo largo de los 6300 metros que separan los dos golfos. De 1883 a 1893 se abrió en la roca un canal estrecho y rectilíneo.
Une el mar Egeo con el mar Jónico. Tiene solo 25 metros de ancho; por ello, los grandes buques no pueden surcarlo. Los navíos de tamaño medio lo franquean, arrastrados por un remolcador. A veces las bordas del barco pasan solo a algunos centímetros de distancia de las paredes verticales del canal.