¿Cómo funciona un teléfono?


   Fue Graham Bell quien, en 1876, en Bos­ton, transmitió por primera vez la voz hu­mana por medio de un aparato constituido por una membrana de hierro que vibraba delante de una barra imantada. Un año más tarde, otro norteamericano. Mugues, ideó el micrófono que Ader había de per­feccionar después.

   Cada extremidad del microteléfono que tomáis al "descolgar" para efectuar una llamada tiene un órgano esencial: por un lado, el micrófono u órgano de transmi­sión; por el otro, el auricular u órgano de recepción.
   El micrófono es un dispositivo —muy sen­cillo— que permite obtener unas corrien­tes eléctricas variables a partir de unas ondas sonoras.

   Está formado por una membrana vibrato­ria de aluminio, muy delgada, que forma un electrodo y se apoya sobre la granalla de carbón contenida en una caja y que constituye el segundo electrodo. La co­rriente eléctrica de la línea puede así pasar por la granalla.

   Al hablar delante de ella, la membrana entra en vibración y presiona más o me­nos la granalla, cuyos contactos modifica. El resultado es una variación de resisten­cia y, en consecuencia, una variación de corriente.

   El auricular dispone también de una mem­brana vibratoria, pero colocada delante de un electroimán.
   Las variaciones de corriente ocasionan variaciones del campo magnético, por lo que la membrana del auricular es atraída con mayor o menor intensidad por la bo­bina, y sus vibraciones reproducen las de la membrana del micrófono. El efecto acústico resultante es la reproducción de la voz del interlocutor. Este efecto es tal que diríamos que el teléfono transmite directamente los soni­dos a distancia. En realidad, el micrófono sólo modula; es decir, modifica una co­rriente eléctrica continua. (Los físicos di­cen que perturba el desplazamiento de los electrones a lo largo de un conductor.) El abonado recibe su corriente telefónica de la central. El microteléfono descansa sobre una horquilla metálica que, al des­colgar el aparato, se eleva y cierra un contacto que permite el paso de la co­rriente.

   Éste es el "milagro" del teléfono: una voz que, al ser emitida, no es sino un murmu­llo desordenado que se introduce en un flujo eléctrico, y que, al llegar a su desti­no, que puede estar en el otro extremo del mundo, se reconstituye a partir de ese desorden.