La luz blanca está compuesta de varios colores, como puede comprobarse con la dispersión de la luz o en el arco iris. Estos colores son rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, índigo (añil) y violeta. A estos colores se les llama colores espectrales, porque forman parte del espectro de la luz blanca. Por la combinación de estos colores pueden formarse todos los demás.
El color es una manifestación de la longitud de onda (o de la frecuencia) de las ondas de luz que estamos percibiendo. Un color puro sería una onda de luz de una sola longitud de onda, es decir, monocromática. Los colores que percibimos, normalmente están formados por ondas de muchas longitudes de onda, todas mezcladas, produciendo una variedad casi infinita de tonos, brillos y matices.
Las tres cualidades del color, que permiten tener la inmensa variedad de colores que observamos, son el brillo, la saturación y el matiz. La retina del ojo cuenta con dos tipos de células nerviosas que perciben los colores de la luz. Por su forma, estas células se llaman bastones y conos. Los bastones son muy numerosos (130 millones en cada ojo, aprox.) y sólo perciben luminosidad y brillo. Los conos son menos abundantes (7 millones en cada ojo), se encuentran mezclados con los bastones y son los encargados de percibir el matiz de los colores. Hay tres tipos de conos, llamados rojos, azules y verdes, que se especializan en captar cada uno de estos colores, respectivamente. Las distintas proporciones en que se impresionan estos tres tipos de conos producen la enorme gama de colores que observamos.